SALUD MENTAL
La cultura de la
paz consiste en una serie de valores, actitudes y comportamientos que
rechazan la violencia y previenen los conflictos tratando de atacar sus causas
para solucionar los problemas mediante el diálogo y la negociación entre las
personas, los grupos y las naciones, teniendo en cuenta un punto muy importante
que son los derechos humanos, así mismo respetándolos y teniéndolos en cuenta
en esos tratados. Esta fue definida por resolución de la ONU.
En este documento titulado Declaración
y Programa de Acción sobre una Cultura de Paz, la Asamblea General hace alusión y énfasis en la Carta de las
Naciones Unidas, a la Constitución de la Organización de las Naciones Unidas
para la Educación, la Ciencia y la Cultura, a la Declaración Universal de los
Derechos Humanos y reconoce que "la
paz no es solo la ausencia de conflictos".
En dicho documento se hace
llamamiento a todos (individuos, grupos, asociaciones, comunidades educativas, empresas
e instituciones) a llevar a su actividad cotidiana un compromiso consistente
basado en el respeto por todas las vidas, el rechazo a la violencia, la
generosidad, el entendimiento, la preservación ambiental y la solidaridad.
Ámbitos de Acción
1. Promover una cultura de paz
por medio de la educación.
2. Promover el desarrollo
económico y social sostenible.
3. Promover el respeto de todos
los derechos humanos.
4. Garantizar la igualdad entre
mujeres y hombres.
5. Promover la participación
democrática.
6. Promover la comprensión, la
tolerancia y la solidaridad.
7. Apoyar la comunicación
participativa y la libre circulación de información y conocimientos.
8. Promover la paz y la seguridad
internacionales para una mejor claridad.
Parámetros
de la cultura de paz
Rechazar la
Violencia
Practicar la No violencia activa y
rechazar la violencia física, sexual, psicológica, económica, social y en todos
sus aspectos, en particular a los más débiles, como son los niños y
adolescentes.
Liberar la
Generosidad
Compartir el tiempo y los recursos
materiales para terminar con la exclusión, la injusticia y la opresión política
y económica.
Escuchar
para Comprender
Defender la Libertad de Expresión
y la "Diversidad Cultural", privilegiar el "diálogo" sin ceder
al fanatismo y al rechazo.
Preservar el
Planeta
Promover un consumo responsable y
tener en cuenta la importancia de la vida y el equilibrio de los recursos
naturales del Planeta.
Reinventar
la Solidaridad
Contribuir al desarrollo
propiciando la participación de las mujeres y los principios democráticos.
RESOLUCION DE
LA CULTURA DE PAZ DE LA ONU
Decenio
Internacional de una cultura de paz y no violencia para los niños del mundo,
2001-2010.
Teniendo en cuenta la iniciativa “Manifiesto 2000” de la
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura,
que promueve una cultura de paz y, hasta la fecha, ha recibido más de setenta y
cinco millones de firmas de apoyo de todo el mundo,
Tomando nota con reconocimiento del informe del Director General de la
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura
sobre la aplicación de la resolución 59/143,
Tomando nota del Documento Final de la Cumbre Mundial
2005 aprobado en la Reunión Plenaria de Alto Nivel de la Asamblea General,
1. Reitera que el objetivo del Decenio Internacional
de una cultura de paz y no violencia para los niños del mundo, 2001-2010 es
fortalecer aún más el movimiento mundial en pro de una cultura de paz tras la
celebración del Año Internacional de la Cultura de la Paz en 2000;
2. Invita a los Estados Miembros a que sigan haciendo
cada vez más hincapié en sus actividades de promoción de una cultura de paz y
no violencia en los planos nacional, regional e internacional, y a que las
amplíen, en particular durante el Decenio, así como a que aseguren que se
promueva la paz y la no violencia a todos los niveles;
3. Encomía a la Organización de las Naciones Unidas
para la Educación, la Ciencia y la Cultura por reconocer la promoción de una
cultura de paz como expresión de su mandato fundamental, y la alienta a que, en
cuanto organismo coordinador de las actividades del Decenio, siga fortaleciendo
las actividades que ha emprendido para promover una cultura de paz, incluida la
difusión de la Declaración1 y el Programa de Acción2 sobre una Cultura de Paz y
de material conexo en diversos idiomas en todo el mundo;
4. Encomía también a los organismos competentes de las
Naciones Unidas, sobre todo al Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia,
al Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer y a la Universidad
para la Paz, por sus actividades encaminadas a seguir promoviendo una cultura
de paz y no violencia, incluida la promoción de la educación para la paz y las
actividades relacionadas con los distintos ámbitos señalados en el Programa de
Acción sobre una Cultura de Paz, y los alienta a que prosigan esas actividades
y las fortalezcan y amplíen aún más;
5. Alienta a las autoridades competentes a que en las
escuelas impartan una educación que incluya el fomento de la comprensión mutua,
la tolerancia, la formación cívica, los derechos humanos y la promoción de una cultura
de paz;
6. Encomía a la sociedad civil, incluidas las
organizaciones no gubernamentales y las personas jóvenes, por las actividades
que han llevado a cabo para promover una cultura de paz y no violencia, por
ejemplo con su campaña para fomentar la conciencia sobre una cultura de paz, y
toma nota de los progresos logrados por más de setecientas organizaciones en
más de cien países;
7. Alienta a la sociedad civil, incluidas las
organizaciones no gubernamentales, a que continúen fortaleciendo sus
actividades para promover los objetivos del Decenio, entre otros medios
aprobando un programa de actividades propio que complemente las iniciativas de
los Estados Miembros, las organizaciones del sistema de las Naciones Unidas y
otras organizaciones internacionales y regionales;
8. Alienta también a los medios de comunicación a que
participen en la educación para una cultura de paz y no violencia, prestando
especial atención a los niños y los jóvenes, incluso mediante la ampliación
prevista de la Red de Noticias para una Cultura de Paz que la convierta en una
red mundial de sitios en la Internet en muchos idiomas;
9. Acoge con satisfacción las iniciativas emprendidas por la
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura
para mantener el mecanismo de comunicación y establecimiento de contactos
creado durante el Año Internacional a fin de que la información sobre los
acontecimientos relativos a la celebración del Decenio se actualice
instantáneamente;
10.
Invita
a los Estados Miembros a que observen el
Día Internacional de la Paz el 21 de septiembre de cada año como un día de
cesación del fuego y de no violencia a nivel mundial, de conformidad con lo
dispuesto en su resolución 55/282, de 7 de septiembre de 2001;
11.
Invita
también a los Estados
Miembros y a la sociedad civil, incluidas las organizaciones no gubernamentales,
a que sigan proporcionando al Secretario General información sobre la
celebración del Decenio y sobre las actividades realizadas para promover una
cultura de paz y no violencia;
12.
Agradece
la participación de Estados Miembros en la
jornada de sesiones plenarias para analizar los progresos logrados en la
aplicación de la Declaración y el Programa de Acción sobre una Cultura de Paz
así como en la celebración del Decenio hasta mediados de éste8;
13.
Pide
al Secretario General que estudie la
posibilidad de mejorar los mecanismos de aplicación de la Declaración y el
Programa de Acción sobre una Cultura de Paz;
14. Pide al Secretario General que le presente, en
su sexagésimo primer período de sesiones, un informe sobre la aplicación de la
presente resolución;
15. Decide incluir en el programa provisional de su
sexagésimo primer período de sesiones el tema titulado “Cultura de paz”.
SALUD
MENTAL
Salud
mental o "estado mental" es la manera como se
reconoce, en términos generales, el estado de equilibrio entre una persona y su
entorno socio-cultural lo que garantiza su participación laboral, intelectual y
de relaciones para alcanzar un bienestar y calidad de vida.
Se dice "salud mental"
como analogía de lo que se conoce como "salud o estado físico",
pero en lo referente a la salud mental indudablemente existen dimensiones más
complejas que el funcionamiento orgánico y físico del individuo. La salud
mental ha sido definida de múltiples formas por estudiosos de diferentes
culturas. Los conceptos de salud mental incluyen el bienestar subjetivo, la
autonomía y potencial emocional, entre otros.
Sin embargo, las precisiones de la
Organización
Mundial de la Salud (OMS) establecen que no existe una definición "oficial"
sobre lo que es salud mental y que cualquier definición al respecto
estará siempre influenciada por diferencias culturales, asunciones subjetivas,
disputas entre teorías profesionales y demás. Manera también, como las personas
relacionan su entorno con la realidad.
En cambio, un punto en común en el cual coinciden los expertos es que
"salud mental" y "enfermedades mentales" no son dos
conceptos opuestos, es decir, la ausencia de un reconocido desorden mental no indica
necesariamente que se tenga salud
mental y, al revés, sufrir un determinado trastorno mental no es óbice
para disfrutar de una salud mental razonablemente buena.
La observación del comportamiento
de una persona en sus vida diaria es la principal manera de conocer el estado
de su salud mental en aspectos como el manejo de sus temores y capacidades, sus
competencias y responsabilidades, la manutención de sus propias necesidades,
las maneras en las que afronta sus propias tensiones, sus relaciones
interpersonales y la manera en que dirige una vida independiente.
Además el comportamiento que tiene
una persona frente a situaciones difíciles y la superación de momentos
traumáticos permiten establecer una tipología acerca de su nivel de salud mental.
Condiciones de salud mental
Aunque la salud mental no
necesariamente se debe relacionar con las condiciones de salud física cuya
diferencia se menciona arriba, es necesario tener una idea de las mismas como
el cuadro clínico que debe prevenirse en lo que a salud mental se refiere.
Psicopatología
El consenso científico acerca de
las condiciones de la salud mental contempla desórdenes neurobiológicos y muy
particularmente neuroquímicos. Otras funciones del cerebro
identificadas como contribuyentes a las condiciones de la salud mental incluyen
el reloj
circadiano, la neuroplasticidad, el canal iónico, la transducción de
señal, la cognición, las redes cerebrales, entre muchos otros. Imágenes del cerebro
demuestran cambios físicos en la neuroanatomía de desordenes como la esquizofrenia, el autismo y los llamados
desordenes
bipolares.
Los estudios incluyen también la observación de factores ambientales, del
desarrollo y el nivel de relaciones interpersonales del individuo.
Otras formas de estados
"psicológicos no-sanos" (psicopatología), como se
contempla desde la psicología, pueden relacionarse con procesos mentales (cognición) o aprendizaje y no
necesariamente con categorías psiquiátricas.
Aceptación
social
La aceptación social de personas
que padecen condiciones de salud mental ha probado ser la mejor ayuda y también
la mejor prevención de desórdenes mentales. Desgraciadamente las personas con
condiciones de salud mental son en muchos países víctimas de discriminación
incluso por parte de su propio núcleo familiar, no son aceptadas con facilidad
en el mundo laboral, en el estudio y en la comunidad. La falta de un
conocimiento acerca de lo que significa un problema de condición mental es otro
factor que incide en el mismo fenómeno de marginalización. La prevalencia de
serios problemas en las condiciones de salud mental en la juventud es doble que
en el general de la población sumado a que forma el grupo que menos busca ayuda
en este sentido. Los jóvenes tienen un alto potencial de minimizar futuras
deshabilidades si la aceptación social es amplia y reciben la ayuda precisa y
los servicios oportunos.
La recuperación se da ante todo
dentro del ámbito de la aceptación social. La discriminación y el estigma hacen
más difícil el proceso de recuperación para personas con enfermedades mentales
en lo que se refiere a conservar su empleo, obtener un seguro de salud y
encontrar un tratamiento.
MARCO CONCEPTUAL INTEGRAL DE SALUD MENTAL
Históricamente las tendencias de conceptualización
en este campo han ido evolucionando desde la noción de locura o enfermedad
psiquiátrica hacia la de salud mental, lo cual ha supuesto un cambio en la
perspectiva de la acción, los medios, estrategias y políticas.
Así el movimiento de la psiquiatría fue cambiando
desde una práctica de asilo y asistencia de los enfermos hacia planteamientos
más modernos y humanitarios que propugnan la «despsiquiatrización» y «desmanicomialización»
de los servicios. Este cambio ha puesto énfasis en la prevención de la
enfermedad y sus secuelas, y en la promoción de estilos de vida y
comportamientos de salud, considerando las estrategias de autocuidado
individual y de participación activa de la comunidad y la sociedad en su
conjunto.
En la postmodernidad, el quehacer en salud mental
lo constituye no sólo la población que presenta morbilidad psiquiátrica, sino
fundamentalmente la que se denomina población sana. Se amplía la comprensión de
la salud mental integrando aspectos biológicos, psicosociales, y culturales. En
consecuencia, los trabajadores en este campo asumen la necesidad del abordaje
interdisciplinario, multisectorial, comunitario e integral para atender al ser
humano afirmando y fortaleciendo los procesos necesarios para lograr un
auténtico desarrollo económico y social sostenible.
APORTES DE LA PSIQUIATRÍA Y OTRAS DISCIPLINAS A LA
CONCEPTUALIZACIÓN DE SALUD MENTAL EN EL PERÚ
La salud mental es un concepto difícil de
delimitar. Las múltiples tentativas hechas para precisar su contenido y límites
han conducido siempre a resultados discutibles.
La psiquiatría peruana ha recorrido una evolución
conceptual conducida por especialistas cuyo renombre internacional reside en la
labor pionera y la lucidez que volcaron en el quehacer de la psiquiatría dentro
de nuestro país, marcado por su pobreza estructural, económica, cultural,
asistencial y científica.
En las primeras décadas del siglo XX hasta los años
sesenta el quehacer en salud mental fue influido por el Psicoanálisis y el
Humanismo haciendo variar tanto la concepción del enfermo y sus cuidados como
la función y roles de los médicos y profesionales afines. El enfermo era visto
como persona concreta, como unidad compleja, dinámica, armónica, histórica y
psicofísica, cuya adaptación era la expresión psicológica de la función del
cerebro y del acomodamiento en equilibrio dinámico activo a las condiciones sociales
actuales.
Es así como,
desde sus inicios, la psiquiatría se inclinó por un concepto integral del ser
humano y su conducta asumiendo su unidad bio-psico-social.
El reconocimiento de los aspectos psicológicos y
sociales en la comprensión de las patologías y sus tratamientos constituirán
los fundamentos teóricos de las políticas que se basan en la integralidad de la
salud y que reconocen la actuación integrada y dinámica de los ejes biológicos,
psicológicos y sociales. Las investigaciones ponen de relieve las influencias
sociales y culturales, marcando un hito en la denominada Psiquiatría
Comunitaria desde fines de los años sesenta. Las patologías halladas tales
como: alta incidencia de ansiedad, síntomas depresivos, tendencias hipocondríacas,
inadecuación y agresividad, fueron relacionadas a variables sociales y
culturales de condicionamiento, estableciéndose así la relación entre las
condiciones de vida y la salud mental. Aunque esta perspectiva no explicita una
definición de salud mental y se orienta hacia la morbilidad psiquiátrica,
comprende su naturaleza social y cultural expresada en las vicisitudes del
diario vivir. La influencia de la Psiquiatría Social y Comunitaria modifica la
conceptualización sobre salud mental.
Así, se la considera como cultura asimilada en el
contexto socio-familiar que conduce a la persona a un particular estilo
cognoscitivo de interpretar la realidad y enfrentar la vida, y a generar
conductas individuales y colectivas vinculadas al desarrollo y a la productividad.
Además, se plantea la correspondencia entre salud mental y derechos humanos,
fundamentándose que siendo la salud un derecho humano universal, la salud
mental deviene por esencia en un resultado del ejercicio de dicho derecho.
Desde fines de los años setenta se ha planteado que
la salud mental es una problemática de Salud Pública que exige una visión
interdisciplinaria y multisectorial por parte del Estado. Aparece en forma explícita
la preocupación por la prevención y la promoción de la salud mental con el fin
de reducir la carga económica de las enfermedades, prevenir su incidencia y
elevar el nivel de salud mental y desarrollo espiritual de las personas.
Podríamos decir que el tema de la prevención y la
promoción de la salud mental se hallaba, en sus inicios representada en las
propuestas de Valdizán sobre la necesidad de que los médicos conocieran, practicaran
y respetaran la psicología médica, la higiene mental y la medicina popular.
Desde otro lado, la psicología y otras disciplinas
afines han venido trabajando y reflexionando sobre la salud mental en nuestro
país desde fines del siglo XIX. Muchas de estas experiencias, aunque abordando
aspectos vinculados a la salud mental, no fueron conceptualizados de esta
manera; sin embargo aportaron al proceso en su conjunto desarrollando nuevos
alcances sobre conceptos, metodologías y propuestas de intervención.
Los aportes mundiales en psicología, respecto a las
características del desarrollo infantil y adolescente, constituyeron también
importantes elementos para la promoción de la salud mental así como para la definición
de pautas de crianza favorables al desarrollo de capacidades como autonomía,
autoestima e identidad, en el contexto de una familia saludable.
En el ámbito científico internacional observamos
también una búsqueda de conceptos integradores de salud mental, como la
proporcionada por la Organización Mundial de la Salud que la define no sólo
como ausencia de enfermedad sino como un estado de bienestar físico, mental y
social.
En Canadá, el Comité de Salud Mental de Québec
(Canadá, 1989) plantea que «...es el estado de equilibrio psíquico de la
persona en un momento dado; que con la ayuda de los siguientes elementos se
aprecia en: el nivel de bienestar subjetivo, el ejercicio de las capacidades
mentales y la calidad de las relaciones con el medio ambiente. Esta resulta de
la interacción de tres tipos de factores: biológicos, relacionados a las
características genéticas y fisiológicas de la persona; psicológicos, que
incluyen aspectos cognitivos, afectivos y relacionales; y, factores
contextuales, que abarcan las relaciones entre la persona y su medio ambiente.
Estos factores están en evolución constante y se
integran de una manera dinámica en la persona. La salud mental está relacionada
con los valores propios de cada persona. Ella está influenciada por factores
múltiples e interdependientes tales como las condiciones económicas, sociales,
culturales, ambientales y políticas. Toda condición que daña la adaptación recíproca
entre la persona y su medio, como por ejemplo, la pobreza, la contaminación y
la discriminación constituyen un obstáculo para la salud mental. De manera
inversa, toda condición que facilita esta adaptación recíproca, como por
ejemplo la distribución equitativa de la riqueza colectiva, el acceso a una
educación de calidad o a un ambiente sano, favorece y mantiene la salud mental.
En esta perspectiva la salud mental puede ser considerada como un recurso
colectivo al que contribuyen tanto las instituciones sociales y la comunidad
entera, como las personas individualmente consideradas».
En el informe «Salud Mental en el Mundo» se plantea
que la salud mental está relacionada con las fuerzas sociales a través de la
economía familiar y comunitaria, el ambiente y los recursos con los cuales
cuenta la persona; por eso, la pobreza y el estancamiento económico, el hambre,
la desnutrición, el hacinamiento urbano, la explotación sexual, el desempleo,
las condiciones inadecuadas de trabajo, entre otros, pueden menoscabar la salud
mental. En tal sentido, la salud mental es también una cuestión de bienestar
económico y político.
Posteriormente, la Organización Panamericana de la
Salud (Washington, 2001) sostiene y desarrolla su enfoque de integralidad,
definiendo que la salud mental es «el núcleo de un desarrollo equilibrado de
toda la vida, que desempeña una función importante en las relaciones
interpersonales, la vida familiar y la integración social. Es un factor clave
para la inclusión social y plena participación en la comunidad y en la
economía. En realidad, la salud mental es mucho más que la mera ausencia de enfermedades
mentales, es una parte indivisible de la salud y la base del bienestar y el
funcionamiento eficaz de las personas. Se refiere a la capacidad de adaptarse
al cambio, hacer frente a la crisis, establecer relaciones satisfactorias con
otros miembros de la comunidad y encontrar un sentido a la vida».
Finalmente, en el contexto latinoamericano se han
adoptado definiciones que también hacen hincapié en la visión integral de la
salud. Aída de Rivera identifica salud
mental con equilibrio y afirma que «es la expresión de un conjunto de factores
protectores de naturaleza biológica, psíquica y social. El desequilibrio se
expresa en enfermedad mental».
Para ella, «el ser humano sano es el que goza de un
estado de armonía física, psíquica y social y posee la capacidad de adaptarse a
las variaciones del ambiente natural y social, de tal forma que pueda contribuir
al bienestar individual, familiar y social de acuerdo con sus capacidades».
Agrega que: «Salud mental implica la integridad de las funciones psíquicas
superiores, en especial la conciencia.
Conciencia de sí mismo, de autovaloración y
autocrítica, de autorrealización, de intra y cosmovisión, de autonomía como
ente individual y social, conciencia de sí y de la realidad, en función del
devenir».
Se le considera como una condición del desarrollo
humano sostenible.
El recorrido conceptual expuesto nos muestra la
importancia de las condiciones psicosociales dentro de las cuales se desarrolla
la vida humana y nos conduce a considerar el escenario social que delimita las
posibilidades del desarrollo humano y por ende, de su salud mental. Revisemos
algunas características de la realidad de nuestro país en dicho aspecto antes
de considerar cualquier definición posible y de proponer lineamientos de
política, para que se ajusten convenientemente a nuestra realidad.
Características
de la realidad peruana que afectan la salud mental
El Perú está considerado dentro de los países
pobres del mundo compartiendo con ellos un conjunto de características
económicas, sociales y culturales que actúan en contra del desarrollo integral
y de la salud mental, influyendo sobre la cotidianeidad, la capacidad de ajuste
y afronte a las crisis, el acceso a los servicios de salud y la calidad y
eficiencia de los mismos.
Así, el principal reto que la salud mental enfrenta
como obstáculo es la pobreza que en el país alcanza cerca del 54% de la
población, con un 21.7% de pobreza extrema, constituyendo la fuente de brechas
en el acceso a servicios y entre ámbitos rural y urbano, que separa de manera
ostensible a pobres y ricos. Se encuentra asociada al desempleo, subempleo,
desnutrición, carencias educativas, desprotección social y jurídica, déficit
sanitarios y de salud entre otros. Desde el punto de vista de la organización
política y social, podemos señalar que las condiciones de inequidad
mencionadas, generan dos fenómenos de gran implicancia para la salud mental:
exclusión social y anomia.
Exclusión social para grandes sectores de la
población respecto a los servicios de salud, educación, trabajo y derechos
ciudadanos; lo cual se hace más crítico cuando consideramos las necesidades de inclusión
y de cuidado a los enfermos mentales en particular y a todos los niños y niñas,
jóvenes, mujeres y adultos mayores que forman parte de la llamada población
sana y que requieren cobertura en salud mental. Puede decirse que la exclusión
constituye el telón de fondo de lo que algunos analistas identifican como las
«desigualdades en recursos y necesidades de salud entre las mujeres y los
hombres».
Encontramos también exclusión de las diferentes
etnias, expresada en diferencias en el acceso a los servicios e información
sobre la salud mental, en la falta de sensibilización de las políticas y
acciones de salud respecto a las características culturales que le son propias.
Otro aspecto de la exclusión son las desigualdades
en el tratamiento de los grupos de edad, especialmente la marginación que
sufren las niñas, niños y adolescentes. Por ejemplo, de los tres millones y
medio de adolescentes que viven en el país, dos millones 500 mil están en la
escuela pública, medio millón ni siquiera asiste, padeciendo pobreza y
exclusión muy temprana, de modo que únicamente son alrededor de 500 mil los
adolescentes que no son pobres y reciben una buena educación.
La exclusión aparece entonces en las diferencias
entre grupos sociales, entre sexos, etnias y generaciones, así como entre lo
rural y lo urbano, configurando el espectro de la inequidad que amenaza también
el panorama nacional en materia de salud mental.
Siendo el Perú un país con alto índice de
subempleo, desempleo y jornadas laborales largas que impiden en muchos casos la
vida familiar y el establecimiento, mantenimiento y reforzamiento de redes de
soporte social y de otro lado, siendo un país que presenta índices
significativos de consumo de alcohol, drogas, depresión y violencia, podemos
visualizar, aplicando los conceptos de Harnois y Gabriel, la trascendencia que
tiene el trabajo sobre la salud mental de los y las peruanos/as, puesto que
entre estas dos variables existe una interacción fuertemente dinámica, de
enorme gravitación en el destino de las personas, sus familias y comunidades.
La anomia es el segundo fenómeno que queremos
resaltar, producido en una población que ha sido afectada por el terrorismo y
la pérdida de sus instituciones democráticas en un período de dos décadas.
Representa la destrucción del código de normas y valores éticos que requiere
toda sociedad para regularse y protegerse del Tánatos o instinto de muerte, que
en el ámbito del imaginario colectivo amenaza la existencia humana. La anomia
lesiona las posibilidades de desarrollo del ser humano y de las instituciones u
organizaciones comunitarias a las cuales afecta, resquebrajando silenciosamente
la sociedad y comprometiendo seriamente sus posibilidades de un desarrollo
social y humano sostenible.
En conclusión, no es sólo la pobreza sino la
exclusión social y la anomia, las que afectan el desarrollo humano, la calidad
de las relaciones entre las personas, el autocuidado de la salud, el ejercicio
de la solidaridad en la práctica comunitaria, la formación profesional de los
recursos humanos, la cultura de la salud, la calidad de los servicios, la
puesta en marcha de proyectos de asistencia local y descentralizada; en fin de
lo que podríamos considerar los derechos de la persona humana en la sociedad
peruana.